domingo, 21 de marzo de 2010


“Manantial de muerte
misterio
que me hace
escribir”

James Douglas Morrison




Huele a rosas salpicadas por el llanto de los ángeles, a pasos empapados en el fango del dolor, a congoja húmeda lloviéndose en el alma, a perfumes de gala y sudores de ocasión, huele a nube, a viento, a tierra, a grito desde el interior, a la ausencia de respuestas, a la pena en do menor.




“Cada nota que allí flota
Cada lúgubre sonido
Cada nota es un gemido”

Edgard Allan Poe “Las campanas IV”




Sabe al filo del final de los finales, a caramelos mentolados y a café, a puteada contenida en la derrota concluyente, a lo amargo del latido cuando decide no latir, sabe a nada pues es nada, a vacío irremediable, a pretérito de fin, al abismo más inmenso, a la noche del vivir.




“La dicha que me diste
y me quitaste, debe ser borrada
lo que era todo tiene que ser nada”

Jorge Luis Borges, “Ya no seré feliz”




Y el gimoteo del cielo sobre los paraguas, los cabellos, los rostros, las huellas, la madera, la fuerza de los puños cerrados que ocultan miedos, la rabia de las uñas clavadas en el lomo de las manos, el ardor en las yemas de los dedos que sangran por espinas, el calor de las palmas abiertas en la espalda más próxima y su caricia en los párpados de la inocencia confundida.





”… la vida ese paréntesis
también se cierra incurre
en un vagido universal
el último
y entonces sólo entonces
el no ser sigue para siempre”
Mario Benedetti, “La vida, ese paréntesis”




Escucha el acero abriendo la tierra, herida que no sangra pero sí llora, el agua y el lodo en plena lid, las suelas hundiéndose y temiendo por ello, el infierno está cerca, yace en la tierra, el olvido inmediato, reside en el cielo; se escucha un concierto de narices sombrías y el tronido de llantos diversos, un ángel sin alas, sin ojos, sin nada… y el golpe seco en la madera.




“Y cuando llegue el día del último viaje,
y esté al partir la nave que nunca ha de tornar,
me encontraréis a bordo, ligero de equipaje,
casi desnudo, como los hijos de la mar”

Antonio Machado, “Soledades”




Y la vista borrosa del desconsuelo, las palas con filo, la fosa rotunda, el miedo, la ira, puñados de tierra, la madre, el padre, la esposa, los hijos y hermanos y tíos y el amante perdido y la lluvia de rosas cayendo al vacío, adioses por cientos, un bienvenido, y la muerte esbozando una sonrisa irónica que llama a silencio quemando lo vivido.




“A Saber, ¿quién pondrá fin a mi diario
al caer la última hoja en mi calendario...?”

Joan Manuel Serrat, “Si la muerte pisa mi huerto”






A mis muertos queridos.